Tras unos minutos de silencio, Gustavo movió su alfil y lo miró expectante.
El maestro supo en ese momento que su alumno lo había superado.
Entonces se paró y levantando con fuerza la punta del pie hizo volar las piezas por el aire.
- También hay que aprender a golpear el tablero - dijo mientras se iba, frente a la mirada atónita de la clase.
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