viernes, 7 de septiembre de 2012

Confesiones de un soldado.

Me encuentro en pleno campo de batalla y siento ese asqueroso vacío en mí, no sé qué pasa conmigo. Siento una gran confusión y por momentos creo que pierdo la consciencia. No tengo el control de mis brazos, es como estar sin fuerzas, agotado. Una sensación de rabia me llega y decido luchar por sobrevivir.
En estas tierras de conflictos y desastres provocados por los hombres de arriba, los que quieren el poder, cae sangre derramada de una forma tan inútil como estúpida.
Veo  a un enemigo apuntándome con un fusil, solo es un niño, echo cuerpo a tierra y me dispara. No tiene las suficientes fuerzas en sus brazos para aguantar el retroceso de su arma con los disparos que realiza. Nunca hará blanco. Yo le apunto, le tengo a tiro. Joder, solo es un niño. Me vuelve a apuntar, decido levantarme y refugiarme tras un muro.
Sigo perdido en mis pensamientos. Quiero volver a casa. No quiero volver a matar. Mi sargento me grita, yo no le oigo, no quiero oírle, no quiero estar aquí.

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