martes, 23 de octubre de 2012

Vidas ajenas.

La señora Manuela, arrugada por el paso de los años, apoya el cristianismo hasta la muerte (y más allá). Cada día va a la iglesia esperando algún milagro del Señor o que alguien le escuche.
Lleva viúda más de cinco años y su única distracción es ir al parque más cercano y dar de comer a las palomas. No vaya a ser que alguna de ellas sea el espíritu santo, o su marido reencarnado, nada se descarta.

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